En la costa de Galicia las corrientes pueden ser traicioneras, sobre todo si
hay mareas vivas. Un día, cuando era pequeño, mi padre me dio un consejo que
no olvidé.
“Filliño (él a veces me llama así), si alguna vez te arrastra la
corriente, no debes nadar en contra, porque te agotarás y no conseguirás
nada. Debes mantener la calma y dejarte llevar, nadando perpendicular a la
corriente, hacia el lado que más te convenga”
.
Con la educación pasa algo parecido. A veces, tratamos de convertir a
jóvenes en algo que no son, intentando que naden contra corriente, en vez de
aceptar que parten de una base genética que les hace ser así, con sus
motivaciones, habilidades, defectos y virtudes. Podemos guiarles hacia los
lados o animarles a favor de corriente, pero si pretendemos que naden contra
corriente no conseguiremos nada bueno.
Modificando su entorno, podemos hacer que un perro sea más fuerte o más débil, más agresivo o más pacífico, más miedoso o más confiado, pero no podemos hacer que un perro sea un gato.
No todos nos convertiremos en grandes deportistas, científicos o artistas reconocidos, pero seguro que la mayoría, si nos enseñan, podemos ser buenos amigos, parejas respetuosas o padres responsables.
Permitidme que tome prestada la famosa frase de San Agustín “Conócete, acéptate, supérate” y la adapte al contenido de este post.